Hoy no voy a centrarme en cosas imaginarias. No voy a hablar de fantasías sino de realidad. Y la realidad es que estamos siendo estafados, robados, pisoteados; y no estamos haciendo lo suficiente para acabar con la demagogia que existe en este país. Estamos siendo manipulados por corruptos que dicen, porque es lo único que hacen hablar, hablar y hablar, que en las elecciones vamos a votar al mejor, porque el que salga ganador hará arreglos que beneficiarán a España. Pongo este país por poner uno. Da igual cual sea. No estoy diciendo que ser político no sea complicado y que ofrecer las mismas posibilidades a todo el mundo también es difícil porque somos millones y millones de ciudadanos. Pero sino van a hacerlo ¿para qué existe una Constitución?, ¿por qué somos todos iguales ante la ley?. Porque es mentira. Porque cada palabra que sueltan por la boca se la lleva el viento. Porque ya lo decía Rafael Alberti en su poema Nocturno: Balas. Balas.
Si suprimimos la "a" nos quedará Bla bla ... Y eso alude a el "mucho hablar y poco hacer". Vale que en nuestras casas digamos voy a hacer la cama y no la hago. Vale que digamos voy a ir a la biblioteca y tampoco lo hagamos. Pero ¡ya basta! de decir: proporcionaré al país una vivienda digna y un trabajo para que subsistan sus necesidades ¡CUANDO ES MENTIRA!.
Si alguien ha visto las películas: Ciudad sin Ley o incluso V de Vendetta, que es muy mencionada y que seguramente será conocida por la máscara que lleva el protagonista, son las que hasta el momento, o que yo haya visto, nos quitan el velo que llevamos en los ojos con respecto a la política.
A veces da miedo ver la realidad pero no tenemos que evadirnos de ella. Tenemos que luchar, luchar por lo que nos han prometido y que sólo ha sido una de las muchas promesas incumplidas por parte de los gobiernos. Porque uno tras otro han estado engañándonos y induciéndonos a error. Sería muy ilusorio y utópico creer en un posible Salvador como ya lo hizo aquel personaje histórico Miguel Primo de Rivera que dio en su momento un Golpe de Estado para que no saliera a la luz los desajustes políticos del momento.
Ahora la pregunta quedará en el aire ¿por qué luchamos por vivir cuando la propia vida es la que nos está matando?, y no pongo vida como existencia sino la vida como situación política que nos está perjudicando a todos menos a ellos mismos.
Aquí os dejo varias concentraciones, no todas ya que si alguien quiere ver otras las tiene disponible en Youtube, que se han hecho para combatir contra el sistema y que implanten una democracia real que es un sistema de gobierno, basado en el principio teórico de la soberanía del pueblo.
Concentración Democracia Real:
- Madrid
- Sevilla
- Valencia
- Barcelona
Es indignante que jóvenes que son el futuro, el progreso y la fuerza vital de hoy en día estén echándose a las calles para que sean criticados por programas basura, porque es lo que son ¡basura!. Siento tener que decir el nombre. Para quienes les guste este programa les aplaudo porque hay que tener estómago y poca vergüenza, y para los que no pues bienvenidos a mi grupo de contraposición a Intereconomía: El gato al agua. No voy a ponerme a criticar su posición porque la dejan bastante clara sólo con ver cualquier minuto del programa. A mi sólo me ha bastado con un minuto. Además son honestos diciendo que son derechistas, cosa obvia por lo que se puede observar a lo largo del programa. Pero si que voy a criticar algo y es que dicen que los jóvenes que están en la Puerta del Sol, en la Plaza de la Encarnación, en cualquier lugar en el que se estén concentrando, ¡no manifestandose ilegalmente! que creo que tienen unos conceptos equívocos porque yo entiendo por manifestación pasear por las calles reivindicando la adhesión de los ciudadanos que todavía no se hayan unido a esta protesta ciudadana, por ello no creo que sea correcta la palabra manifestación porque lo único que están haciendo es concentrarse en un lugar clave de la ciudad para que puedan reclamar por sus derechos ya que deberes hay muchos como pagar impuestos variados. El caso que lo que vengo a criticar es la forma en la que dicen que los jóvenes que se están concentrando en sitios clave dicen que el programa en sí de Intereconomía está manipulada. Y creo que no cabe la menor duda de que lo que dicen es cierto. Os invito a ver el programa y a opinar por vosotros mismos.
Esta es mi opinión, seguiré valorando las actuaciones y publicando.
jueves, 19 de mayo de 2011
Concentración 15 Mayo: Democracia Real ¡Ya!.
sábado, 14 de mayo de 2011
Un skater de muerte.
Fui con Jacques a dar una vuelta cerca de donde se encontraba la Facultad. Había una tienda que tenía pintadas las paredes de graffitis, muy peculiares, y me agarró de la mano para que corriésemos hacia ella a la velocidad del rayo porque el semáforo empezaba a ponerse en rojo para los peatones y en verde para los vehículos así que dudaba si ellos, los conductores, iban a ser capaces de esperar unos segundos cuando hace apenas unas milésimas estaban calentando el motor para salir disparados del semáforo que les privaba de libertad en cuanto a correr al volante se trataba.
-¡Ey!, que pasa colegas. - saludó a unos chicos que se encontraban rodeados de skates, cascos, rodilleras, coderas, etcétera.
-¡Qué pasa Jacques!. ¿Vienes a hacer horas extras?. - preguntó uno que se levantó de inmediato del banco donde estaba sentado y vino a saludarle chocando los cinco dedos y haciendo unos movimientos muy raros que me imaginaba que eran sus marcas de identidad.
-No, aquí vengo con mi amiga Gina a enseñarle como nos movemos por Paris. Gina este es Jota. - señaló al chico, que tenía unas barbas muy morenas y que me miraba con ojos saltones.
-Encantado Gina. Si queréis podemos dejaros unos skates y os váis a daros una vuelta por la manzana para que se vaya habituando al modo en el que solemos conducir los skaters.
-No gracias. A mi esa tabla con cuatro ruedas no me gusta nada.
-¿Lo habéis escuchado amigos?, - dijo asombrado a los demás chicos que se encontraban en el local y que se quedaron igual, o más impresionados, que él.
-Vaya Jack, una niña pija a la que no le gustan las ruedas.
-Ya basta chicos. Ella puede ir como quiera. Saltando, haciendo futting ... ¡como si quiere ir volando!. - terminó por decir él y hizo que los demás se riesen a costa de su broma que me sacó del apuro.
-Era broma Gina, no te mosquees con nosotros que en el fondo somos buena gente. - repuso dándome unas palmaditas en el hombro, algo que suelo odiar pero que me lo tomé como un gesto de bienvenida.
-No te preocupes. Suelo ir andando a todos sitios a menos que estén lejos.
-¿Y cuando están lejos como vas?. - se interesó un chico de pelo corto y flequillo lateral que llevaba ropas anchas.
-Si voy bien de hora como ya digo caminando, sino cojo un autobús.
-Pues eso se acabó muñeca, - dijo Jota dándome un codazo. Empezaban ya a ser molestos sus gestos de skater alocado - de ahora en adelante irás o en bicicleta o en skater porque Jacks te enseñará a moverte por la ciudad.
-Jota no seas pesado, eso lo decidirá ella cuando lo crea oportuno.
-Bueno Jacks deja tu rico lenguaje hablado y no me seas finolis.
-Vete al Pairo Jota. - en ese momento su dedo corazón se alzó al vuelo. Ese gesto me gustaba menos que los de J, pero sin embargo me pareció adecuado a sus maneras.
-¡Venga ya Jacks!. No seas borde. - respondió J seguido de un guiño amistoso y jocoso.
-Bueno chicos nos vemos. - dijo al momento Jacques con un gesto propio de militares, es decir poniendo su mano extendida entre su coronilla y la frente y una sacudida de mano paralela.
-Vale, pero no te olvides que mañana te toca turno. - intervino otro chico que apareció de detrás de una puerta y que movió la mano de un lado a otro saludándonos. Se vería que no tenía mucho tiempo para saludar y presentarse.
-Descuida que no se me pasará por alto. - contestó Jacques a la vez que le guiñó el ojo.
Salimos por fin de aquel antro lleno de graffities, tablas de skate, cascos, rodilleras, coderas y alguna que otra máquina expendedora llena de botellas que te llenaban de energía para seguir patinando a cuatro ruedas. Por lo que suponía Jacques trabajaba allí pero no lo entendía muy bien ya que creo que tiene unas cualidades especiales para trabajar en otro tipo de lugares que en aquel sitio. De todos modos si eso le gustaba y nadie le prohibía hacerlo ¿por qué no iba a trabajar ahí?.
-¡Ey!, que pasa colegas. - saludó a unos chicos que se encontraban rodeados de skates, cascos, rodilleras, coderas, etcétera.
-¡Qué pasa Jacques!. ¿Vienes a hacer horas extras?. - preguntó uno que se levantó de inmediato del banco donde estaba sentado y vino a saludarle chocando los cinco dedos y haciendo unos movimientos muy raros que me imaginaba que eran sus marcas de identidad.
-No, aquí vengo con mi amiga Gina a enseñarle como nos movemos por Paris. Gina este es Jota. - señaló al chico, que tenía unas barbas muy morenas y que me miraba con ojos saltones.
-Encantado Gina. Si queréis podemos dejaros unos skates y os váis a daros una vuelta por la manzana para que se vaya habituando al modo en el que solemos conducir los skaters.
-No gracias. A mi esa tabla con cuatro ruedas no me gusta nada.
-¿Lo habéis escuchado amigos?, - dijo asombrado a los demás chicos que se encontraban en el local y que se quedaron igual, o más impresionados, que él.
-Vaya Jack, una niña pija a la que no le gustan las ruedas.
-Ya basta chicos. Ella puede ir como quiera. Saltando, haciendo futting ... ¡como si quiere ir volando!. - terminó por decir él y hizo que los demás se riesen a costa de su broma que me sacó del apuro.
-Era broma Gina, no te mosquees con nosotros que en el fondo somos buena gente. - repuso dándome unas palmaditas en el hombro, algo que suelo odiar pero que me lo tomé como un gesto de bienvenida.
-No te preocupes. Suelo ir andando a todos sitios a menos que estén lejos.
-¿Y cuando están lejos como vas?. - se interesó un chico de pelo corto y flequillo lateral que llevaba ropas anchas.
-Si voy bien de hora como ya digo caminando, sino cojo un autobús.
-Pues eso se acabó muñeca, - dijo Jota dándome un codazo. Empezaban ya a ser molestos sus gestos de skater alocado - de ahora en adelante irás o en bicicleta o en skater porque Jacks te enseñará a moverte por la ciudad.
-Jota no seas pesado, eso lo decidirá ella cuando lo crea oportuno.
-Bueno Jacks deja tu rico lenguaje hablado y no me seas finolis.
-Vete al Pairo Jota. - en ese momento su dedo corazón se alzó al vuelo. Ese gesto me gustaba menos que los de J, pero sin embargo me pareció adecuado a sus maneras.
-¡Venga ya Jacks!. No seas borde. - respondió J seguido de un guiño amistoso y jocoso.
-Bueno chicos nos vemos. - dijo al momento Jacques con un gesto propio de militares, es decir poniendo su mano extendida entre su coronilla y la frente y una sacudida de mano paralela.
-Vale, pero no te olvides que mañana te toca turno. - intervino otro chico que apareció de detrás de una puerta y que movió la mano de un lado a otro saludándonos. Se vería que no tenía mucho tiempo para saludar y presentarse.
-Descuida que no se me pasará por alto. - contestó Jacques a la vez que le guiñó el ojo.
Salimos por fin de aquel antro lleno de graffities, tablas de skate, cascos, rodilleras, coderas y alguna que otra máquina expendedora llena de botellas que te llenaban de energía para seguir patinando a cuatro ruedas. Por lo que suponía Jacques trabajaba allí pero no lo entendía muy bien ya que creo que tiene unas cualidades especiales para trabajar en otro tipo de lugares que en aquel sitio. De todos modos si eso le gustaba y nadie le prohibía hacerlo ¿por qué no iba a trabajar ahí?.
martes, 10 de mayo de 2011
Secreto de confidencias amigo de la inocencia.
Tan pequeño
e indefenso
que daría por él
todo lo que tengo.
A la vez tan
pequeño
y menudo
que a penas cabe
en un puño.
Pequeño pero
tan lleno de alegría.
Sin embargo
valiente
y fuerte
que lucha
contra la vida
para vencer a la muerte.
Corazón de león
y cuerpo de lince
un felino
que con una mirada
todo lo dice.
Calienta pies por la noche
acompañante de mañanas.
Aguardador de presencias,
guardián de inteligencia.
Responsable de mis sonrisas
enfermedad de mi tristeza
guardas conmigo hoy
la esperanza y la espera.
Porque el tiempo no espera
y menos el de tu dueña.
Dame tiempo para recuperar
lo que otro estropeó
que con ganas, esfuerzo y amor
se recupera todo.
Recupérate,
ponte bien,
que si tu luchas por mi
yo lucharé por él.
Garfield, por favor, mejórate porque siento que tus siete vidas
son objetos de un papel.
e indefenso
que daría por él
todo lo que tengo.
A la vez tan
pequeño
y menudo
que a penas cabe
en un puño.
Pequeño pero
tan lleno de alegría.
Sin embargo
valiente
y fuerte
que lucha
contra la vida
para vencer a la muerte.
Corazón de león
y cuerpo de lince
un felino
que con una mirada
todo lo dice.
Calienta pies por la noche
acompañante de mañanas.
Aguardador de presencias,
guardián de inteligencia.
Responsable de mis sonrisas
enfermedad de mi tristeza
guardas conmigo hoy
la esperanza y la espera.
Porque el tiempo no espera
y menos el de tu dueña.
Dame tiempo para recuperar
lo que otro estropeó
que con ganas, esfuerzo y amor
se recupera todo.
Recupérate,
ponte bien,
que si tu luchas por mi
yo lucharé por él.
Garfield, por favor, mejórate porque siento que tus siete vidas
son objetos de un papel.
lunes, 9 de mayo de 2011
Brioches, dulces brioches.
Paseaba sin tener un lugar de referencia. Como quien dice caminar sin rumbo. Eso estaba haciendo yo. Sólo encontraba personas que seguramente no hablarían mi mismo idioma pero que veía en sus caras la necesidad de saludar a otras personas, por eso más de una vez escuché "bonjour" y me quedé igual que al principio. Sólo podía corresponderles con una amplia sonrisa. Sabían que era extranjera y no me extrañaría que por ello me dieran los buenos días, holas o todo lo que se les pasase por la cabeza. Pasé por una amplia tienda de flores que olía a gloria y esperanza. Había un poco de todo: tulipanes, rosas, calas, margaritas, claveles ... Y una gran infinidad de éstas y de las que dudaba si conocía su nombre.
Había una calle que me llamó mucho la atención. Digamos que era la calle de los negocios. Había una cantidad incontable de cafeterías, restaurantes, tiendas en las que lo mismo te vendían gominolas que te vendía una revista del corazón, pero no fue eso lo que me llamó la atención sino la unificación de todos esos comercios totalmente uno al lado del otro y casi matándose por la competencia. Después pasé por un parque en el que me quedé varios minutos, estaba demasiado verde y muy bien cuidado. Había un espacio para los pequeños en el que se encontraban un tobogán, unos columpios y un unas figuras con muelles para que se balanceasen. Saqué de mi bolso mi cámara de fotos y comencé a hacerle instantáneas a todo aquello que era merecedor de un click fotográfico. Veía correr a los niños de un sitio a otro y sacar su euforia interior que se estaba contagiando en mi músculo palpitante. Me encantaba ver sonreír a los niños. Tan pequeños, tan dulces y sin preocupaciones. Me llamó la atención una niña de pelo rizado color cobre que saltaba de un sitio a otro, cantaba o al menos lo intentaba aunque más bien era el tararear de una canción que ni siquiera me sonaba y cogía flores por doquier para crear un ramo o eso parecía por la cantidad que llevaba en la mano opuesta.
Me senté en un banco y crucé las piernas. Miré un rato a aquellos pequeños que transmitían tanta alegría que contagiarían al más desdichado del mundo. Sus sonrisas con aquellos pequeños dientes blancos, sus hoyuelos que se formaban al entonar una media luna y sus ojos despistados pero atentos a todo aquello que se movía a su alrededor.
No me quedé mucho tiempo allí. Sólo unos cinco minutos más para evadirme de todo problema que rondase mi cabeza. Quería ser una niña pequeña. Quería dejar todos los enigmas a un lado y brincar de un lugar a otro para poder disfrutar del momento. Al levantarme del banco tropecé y caí al suelo pero sin hacerme ningún rasguño. Me levanté como pude y me sacudí la arena que se había quedado adherida a mis pantalones vaqueros. Mientras me sacudía una voz masculina invadió mis pensamientos.
-¿Te encuentras bien?. - escuché a mis espaldas.
En ese momento no tenía ni idea de quien era, tampoco me giré descaradamente para descubrirlo. Sólo me dediqué a dar las gracias por su preocupación y a seguir agitando mi mano por el pantalón.
-Me alegra. ¿Qué haces por aquí Gina?. - interrogó de nuevo aquella voz que me era familiar pero que no era capaz de reconocer. Aún así esta vez no me quedé parada, me giré con tranquilidad. Tenía interés en saber quien era aquel chico que me conocía, porque obviamente dijo mi nombre por lo tanto debía haber estado conmigo alguna que otra vez pero caí en la cuenta de que en mi primer día de clase sólo conocía a unas tres personas y dentro de ellas una era Janet.
-Ah, hola Jacques. Daba un paseo por los alrededores. Quería situarme un poco.
-Me parece genial. Si quieres puedo enseñarte algo más. Conozco una pastelería cerca de aquí en la que hacen unos dulces que están muy buenos y que son dignos de ser probados. Por lo menos para que te lleves un gran recuerdo de París cuando vuelvas a tu ciudad.
Marchamos a paso lento del parque en el que hace unos minutos me encontraba y en el que Jacques me vio poco después de caerme. Que vergonzoso. Pasamos por la calle repleta de comercios gastronómicos y alguna que otra tienda en la que no vendían comida. Paramos en un rincón que se llamaba Le Coin doux. No sabía lo que significaba pero prefería no preguntar para no desvelar mi ignorancia por el francés. Nos adentramos en aquella tienda en la que habían varios mostradores uno con pasteles, otro lleno de cubos de helado de todos los sabores y otro en el que seguramente serviría para cobrar a las personas y en el que también había muchas golosinas para los niños a los que les gusta que se le piquen los dientes. Colocamos nuestros cuerpos hambrientos delante de el primero.
-Bonjour. Pónganos dos brioches rellenos de chocolate.
-Marchando dos brioches. - contestó con simpatía la tendera del mostrador especializado en pasteles.
Jacques sacó su cartera y pago los dos dulces que le entregó la señora que se encontraba tras la mesa pastelera. Fuimos a acomodarnos en unos sillones que eran de lo más llamativos. Estaban tapizados con fotografías de Paris. Era bastante curioso. Es más le sirvió a él para decirme los nombres de aquellos monumentos que se recopilaban en aquel sofá de dos plazas.
-Y esta es La Maison Carrée. Algún día te llevaré a ver todos los recovecos de Francia. - me dijo sonriente.
Ojalá sea así, porque a mi me encantaría ver cada rincón junto a él. Y que me proteja por las calles francesas con su esbelto torso que se escondía tras una camiseta de mangas largas pero que no pasaba desapercibido.
-¿Te gustan los brioches?. - preguntó.
-Sí, están muy ricos. ¿Són típicos de Francia?.
-Sí, o al menos eso creo. Yo siempre vengo aquí a relajarme y a comerme un brioche. Nunca los había probado en otra ciudad que no fuera esta. Así que me imagino que son franceses.
-Lo mismo digo y me alegra haberlos probado - "con tu presencia" pensé - antes de volver a mi ciudad.
Sonreímos. Continuamos unos minutos más allí y posteriormente nos aventuramos a caminar por los alrededores de la Université.
Había una calle que me llamó mucho la atención. Digamos que era la calle de los negocios. Había una cantidad incontable de cafeterías, restaurantes, tiendas en las que lo mismo te vendían gominolas que te vendía una revista del corazón, pero no fue eso lo que me llamó la atención sino la unificación de todos esos comercios totalmente uno al lado del otro y casi matándose por la competencia. Después pasé por un parque en el que me quedé varios minutos, estaba demasiado verde y muy bien cuidado. Había un espacio para los pequeños en el que se encontraban un tobogán, unos columpios y un unas figuras con muelles para que se balanceasen. Saqué de mi bolso mi cámara de fotos y comencé a hacerle instantáneas a todo aquello que era merecedor de un click fotográfico. Veía correr a los niños de un sitio a otro y sacar su euforia interior que se estaba contagiando en mi músculo palpitante. Me encantaba ver sonreír a los niños. Tan pequeños, tan dulces y sin preocupaciones. Me llamó la atención una niña de pelo rizado color cobre que saltaba de un sitio a otro, cantaba o al menos lo intentaba aunque más bien era el tararear de una canción que ni siquiera me sonaba y cogía flores por doquier para crear un ramo o eso parecía por la cantidad que llevaba en la mano opuesta.
Me senté en un banco y crucé las piernas. Miré un rato a aquellos pequeños que transmitían tanta alegría que contagiarían al más desdichado del mundo. Sus sonrisas con aquellos pequeños dientes blancos, sus hoyuelos que se formaban al entonar una media luna y sus ojos despistados pero atentos a todo aquello que se movía a su alrededor.
No me quedé mucho tiempo allí. Sólo unos cinco minutos más para evadirme de todo problema que rondase mi cabeza. Quería ser una niña pequeña. Quería dejar todos los enigmas a un lado y brincar de un lugar a otro para poder disfrutar del momento. Al levantarme del banco tropecé y caí al suelo pero sin hacerme ningún rasguño. Me levanté como pude y me sacudí la arena que se había quedado adherida a mis pantalones vaqueros. Mientras me sacudía una voz masculina invadió mis pensamientos.
-¿Te encuentras bien?. - escuché a mis espaldas.
En ese momento no tenía ni idea de quien era, tampoco me giré descaradamente para descubrirlo. Sólo me dediqué a dar las gracias por su preocupación y a seguir agitando mi mano por el pantalón.
-Me alegra. ¿Qué haces por aquí Gina?. - interrogó de nuevo aquella voz que me era familiar pero que no era capaz de reconocer. Aún así esta vez no me quedé parada, me giré con tranquilidad. Tenía interés en saber quien era aquel chico que me conocía, porque obviamente dijo mi nombre por lo tanto debía haber estado conmigo alguna que otra vez pero caí en la cuenta de que en mi primer día de clase sólo conocía a unas tres personas y dentro de ellas una era Janet.
-Ah, hola Jacques. Daba un paseo por los alrededores. Quería situarme un poco.
-Me parece genial. Si quieres puedo enseñarte algo más. Conozco una pastelería cerca de aquí en la que hacen unos dulces que están muy buenos y que son dignos de ser probados. Por lo menos para que te lleves un gran recuerdo de París cuando vuelvas a tu ciudad.
Marchamos a paso lento del parque en el que hace unos minutos me encontraba y en el que Jacques me vio poco después de caerme. Que vergonzoso. Pasamos por la calle repleta de comercios gastronómicos y alguna que otra tienda en la que no vendían comida. Paramos en un rincón que se llamaba Le Coin doux. No sabía lo que significaba pero prefería no preguntar para no desvelar mi ignorancia por el francés. Nos adentramos en aquella tienda en la que habían varios mostradores uno con pasteles, otro lleno de cubos de helado de todos los sabores y otro en el que seguramente serviría para cobrar a las personas y en el que también había muchas golosinas para los niños a los que les gusta que se le piquen los dientes. Colocamos nuestros cuerpos hambrientos delante de el primero.
-Bonjour. Pónganos dos brioches rellenos de chocolate.
-Marchando dos brioches. - contestó con simpatía la tendera del mostrador especializado en pasteles.
Jacques sacó su cartera y pago los dos dulces que le entregó la señora que se encontraba tras la mesa pastelera. Fuimos a acomodarnos en unos sillones que eran de lo más llamativos. Estaban tapizados con fotografías de Paris. Era bastante curioso. Es más le sirvió a él para decirme los nombres de aquellos monumentos que se recopilaban en aquel sofá de dos plazas.
-Y esta es La Maison Carrée. Algún día te llevaré a ver todos los recovecos de Francia. - me dijo sonriente.
Ojalá sea así, porque a mi me encantaría ver cada rincón junto a él. Y que me proteja por las calles francesas con su esbelto torso que se escondía tras una camiseta de mangas largas pero que no pasaba desapercibido.
-¿Te gustan los brioches?. - preguntó.
-Sí, están muy ricos. ¿Són típicos de Francia?.
-Sí, o al menos eso creo. Yo siempre vengo aquí a relajarme y a comerme un brioche. Nunca los había probado en otra ciudad que no fuera esta. Así que me imagino que son franceses.
-Lo mismo digo y me alegra haberlos probado - "con tu presencia" pensé - antes de volver a mi ciudad.
Sonreímos. Continuamos unos minutos más allí y posteriormente nos aventuramos a caminar por los alrededores de la Université.
martes, 3 de mayo de 2011
Un poco de aire fresco.
-Buenas tardes chicas. ¿Qué estáis buscando?. - nos preguntó una señora que se encontraba tras el mostrador de la recepción.
-Queremos saber donde se encuentran nuestras maletas.
-Las maletas llevaban una etiqueta con vuestro nombre y se las han llevado a vuestras correspondientes habitaciones. Tenéis que enseñarme el documento de nacimiento e identificación para que pueda daros las llaves que abren vuestros dormitorios.
Buscamos en nuestros bolsos, la primera en darle el DNI fue Janet que parecía tenerlo más a mano que yo. Poco después le tendí el mío para que pudiera ver en el registro del netbook, que tenía encima de la mesa de un color negro con letras en la tapa de la pantalla en la que ponía el nombre de la residencia, cual fue el cuarto que me asignaron.
-Por cierto, ¿pueden cambiarse las personas a otras habitaciones?.
-Señorita Janet Thomsen me temo que eso no es posible. De todos modos no sé si estaréis en la misma habitación porque aún no me ha salido vuestro registro en el ordenador. Podéis sentaros mientras tanto en aquel sofá hasta que pueda dar con vuestras habitaciones.
Así hicimos. Nos marchamos directamente hacia aquel cómodo sofá blanco de charol parecido a los que tienen los de la realeza pero un poco más bonitos ya que los otros son de tela muy anticuada, o al menos así parecen a simple vista en revistas o en la misma televisión. No hablamos. Era raro estar con Janet y que ésta estuviera callada, raro no, rarísimo más bien.
Pasaron varios minutos desde que nos sentamos hasta que la mujer que se encontraba detrás del mostrador nos diera las llaves de nuestras habitaciones para poder ir a ordenar la ropa y a habituarnos en ella. Obviamente no me tocó el mismo dormitorio que a Janet pero prácticamente estábamos en el mismo pasillo, cosa que no sabía si era buena o mala. Nos despedimos y cada una se marchó para abrir la puerta. Las llaves eran muy peculiares, no eran las de siempre con el cerrojo para introducirla en la cerradura, sino que eran tarjetas que se metían en una clavija del mismo tamaño y que reconocía perfectamente quien era la persona que entraba en la habitación, siempre que metieras la llave correspondiente. Por lo tanto mi nombre se registró en una pantallita pequeña que poseía la puerta: Gina Jonhson.
No había nadie en la habitación pero si que se encontraban en una esquina mis maletas y las de, supongo, que era otra chica, o eso esperemos. Coloqué la maleta encima de la cama y la abrí para sacar de ella todo tipo de vestimenta, calzado y mis cosas de baño. El cuarto no estaba nada mal, era espacioso tenía dos armarios que me imagino que serían para cada residente y dos camas paralelas separadas por dos mesitas de noche en las que había una pequeña lámpara de lava de color morada.
-Vaya, hola. - dijo una chica que entró después que yo y que la verdad no sabía su nombre de ahí mi ignorancia al sólo saludarla de una manera cordial.
-Hola.
-¿Eres tú mi compañera?. - sí, sí que se ha quebrado mucho la cabeza la chica. Desde luego que no tengo suerte ni para que me toque una compañera medio decente y a ser posible lista e inteligente.
-Eso parece. - "más que nada porque estoy deshaciendo la maleta y guardando la ropa niña estúpida" pensé para mis adentros.
-Me llamo Edelmira Blumer. - ¿había preguntado alguien su nombre?. No, pero parece que a esta chica le dan cuerda por la mañana, ¡y espero!, que no sea igual de habladora que Janet porque no soporto a las cacatúas parlanchinas.
-Yo soy Gina Jonhson.
-Encantada, bueno voy a deshacer mis maletas. - exacto, ¡sus maletas!. Tenía al menos cuatro una grande, mediana, pequeña y otra que parecía un maletín. Parece que a aquella chica le quedaba en la residencia para largo.
Había terminado, obviamente antes que ella porque también comencé a meter la ropa cuando no se encontraba en la habitación. Así que cogí mi bolso y mi correspondiente llave.
-Adiós.
-Adiós. - dijo la chica que ni siquiera miró y siguió arreglando su armario. Por lo que pude observar era una de las típicas niñas ricas que en otra vida anterior a esta no soportaría porque parece que las repelo.
Mi sorpresa fue encontrarme a Janet por los pasillos. Obviamente haciendo amigos. Muy propio de Jane. Yo sin embargo pasé desapercibida, y menos mal, porque no quería que nadie me acompañase. Quería investigar los alrededores y contagiarme de Paris. Salí por la puerta principal. No paraban de llegar jóvenes, quizá mayores o menores que yo, con maletas acuestas y con sus padres para firmar la correspondiente solicitud o Dios sabe que cosa.
Seguí caminando, algo que no sé si he comentado pero me gusta pasear. Me gusta invadirme del olor a naturaleza, que ahora casi que es imposible por la cantidad de contaminación que hay en el ambiente. Como ya dije sólo veía a jovencitos y jovencitas por la calle murmurando un "¡por qué he venido a parar aquí mamá!" replicándole a sus padres. Salí de los dominios de la residencia y me adentré en una calle que no conocía pero que parecía tener mucha historia dentro de ella. Me quise evadir un poco del recuerdo de hace unos minutos. Una discusión. Algo a lo que yo no estoy acostumbrada pero que sin embargo no me afecta llevar a cabo. Pero no llegó a más. Ese tal Jacques Brown me salvó algo más que la propia vida. Digamos que yo no era demasiado valiente, tampoco una cobarde como Bryan me llamó, pero no soporto las peleas. Soy pacífica y si me hablas bien podremos entablar una conversación y arreglar nuestras diferencias pero no. Ese chico se dedicó a calificarme con palabras obscenas pero llegó mi salvador para sacarme de ese apuro en el que me encontré por mi atrevimiento y mi lengua suelta.
-Queremos saber donde se encuentran nuestras maletas.
-Las maletas llevaban una etiqueta con vuestro nombre y se las han llevado a vuestras correspondientes habitaciones. Tenéis que enseñarme el documento de nacimiento e identificación para que pueda daros las llaves que abren vuestros dormitorios.
Buscamos en nuestros bolsos, la primera en darle el DNI fue Janet que parecía tenerlo más a mano que yo. Poco después le tendí el mío para que pudiera ver en el registro del netbook, que tenía encima de la mesa de un color negro con letras en la tapa de la pantalla en la que ponía el nombre de la residencia, cual fue el cuarto que me asignaron.
-Por cierto, ¿pueden cambiarse las personas a otras habitaciones?.
-Señorita Janet Thomsen me temo que eso no es posible. De todos modos no sé si estaréis en la misma habitación porque aún no me ha salido vuestro registro en el ordenador. Podéis sentaros mientras tanto en aquel sofá hasta que pueda dar con vuestras habitaciones.
Así hicimos. Nos marchamos directamente hacia aquel cómodo sofá blanco de charol parecido a los que tienen los de la realeza pero un poco más bonitos ya que los otros son de tela muy anticuada, o al menos así parecen a simple vista en revistas o en la misma televisión. No hablamos. Era raro estar con Janet y que ésta estuviera callada, raro no, rarísimo más bien.
Pasaron varios minutos desde que nos sentamos hasta que la mujer que se encontraba detrás del mostrador nos diera las llaves de nuestras habitaciones para poder ir a ordenar la ropa y a habituarnos en ella. Obviamente no me tocó el mismo dormitorio que a Janet pero prácticamente estábamos en el mismo pasillo, cosa que no sabía si era buena o mala. Nos despedimos y cada una se marchó para abrir la puerta. Las llaves eran muy peculiares, no eran las de siempre con el cerrojo para introducirla en la cerradura, sino que eran tarjetas que se metían en una clavija del mismo tamaño y que reconocía perfectamente quien era la persona que entraba en la habitación, siempre que metieras la llave correspondiente. Por lo tanto mi nombre se registró en una pantallita pequeña que poseía la puerta: Gina Jonhson.
No había nadie en la habitación pero si que se encontraban en una esquina mis maletas y las de, supongo, que era otra chica, o eso esperemos. Coloqué la maleta encima de la cama y la abrí para sacar de ella todo tipo de vestimenta, calzado y mis cosas de baño. El cuarto no estaba nada mal, era espacioso tenía dos armarios que me imagino que serían para cada residente y dos camas paralelas separadas por dos mesitas de noche en las que había una pequeña lámpara de lava de color morada.
-Vaya, hola. - dijo una chica que entró después que yo y que la verdad no sabía su nombre de ahí mi ignorancia al sólo saludarla de una manera cordial.
-Hola.
-¿Eres tú mi compañera?. - sí, sí que se ha quebrado mucho la cabeza la chica. Desde luego que no tengo suerte ni para que me toque una compañera medio decente y a ser posible lista e inteligente.
-Eso parece. - "más que nada porque estoy deshaciendo la maleta y guardando la ropa niña estúpida" pensé para mis adentros.
-Me llamo Edelmira Blumer. - ¿había preguntado alguien su nombre?. No, pero parece que a esta chica le dan cuerda por la mañana, ¡y espero!, que no sea igual de habladora que Janet porque no soporto a las cacatúas parlanchinas.
-Yo soy Gina Jonhson.
-Encantada, bueno voy a deshacer mis maletas. - exacto, ¡sus maletas!. Tenía al menos cuatro una grande, mediana, pequeña y otra que parecía un maletín. Parece que a aquella chica le quedaba en la residencia para largo.
Había terminado, obviamente antes que ella porque también comencé a meter la ropa cuando no se encontraba en la habitación. Así que cogí mi bolso y mi correspondiente llave.
-Adiós.
-Adiós. - dijo la chica que ni siquiera miró y siguió arreglando su armario. Por lo que pude observar era una de las típicas niñas ricas que en otra vida anterior a esta no soportaría porque parece que las repelo.
Mi sorpresa fue encontrarme a Janet por los pasillos. Obviamente haciendo amigos. Muy propio de Jane. Yo sin embargo pasé desapercibida, y menos mal, porque no quería que nadie me acompañase. Quería investigar los alrededores y contagiarme de Paris. Salí por la puerta principal. No paraban de llegar jóvenes, quizá mayores o menores que yo, con maletas acuestas y con sus padres para firmar la correspondiente solicitud o Dios sabe que cosa.
Seguí caminando, algo que no sé si he comentado pero me gusta pasear. Me gusta invadirme del olor a naturaleza, que ahora casi que es imposible por la cantidad de contaminación que hay en el ambiente. Como ya dije sólo veía a jovencitos y jovencitas por la calle murmurando un "¡por qué he venido a parar aquí mamá!" replicándole a sus padres. Salí de los dominios de la residencia y me adentré en una calle que no conocía pero que parecía tener mucha historia dentro de ella. Me quise evadir un poco del recuerdo de hace unos minutos. Una discusión. Algo a lo que yo no estoy acostumbrada pero que sin embargo no me afecta llevar a cabo. Pero no llegó a más. Ese tal Jacques Brown me salvó algo más que la propia vida. Digamos que yo no era demasiado valiente, tampoco una cobarde como Bryan me llamó, pero no soporto las peleas. Soy pacífica y si me hablas bien podremos entablar una conversación y arreglar nuestras diferencias pero no. Ese chico se dedicó a calificarme con palabras obscenas pero llegó mi salvador para sacarme de ese apuro en el que me encontré por mi atrevimiento y mi lengua suelta.
domingo, 1 de mayo de 2011
Hasta dentro de unas horas.
Maldito trabajo, malditos sean los relojes y maldito sea el tiempo que transcurre de forma rápida cuando quieres que se pare. Necesitaba estar con él a cada segundo. No encontraba una excusa para que no decidiera llevarme a casa y poder quedarme con él aunque fueran unas horas más. Sin embargo yo no tenía a nadie en casa y él tenía que ir a cuidar de su madre o al menos ha echarle un vistazo. ¿Y si voy con él?. No, no por favor, que cosa tan osada por mi parte. Me puse a pensar lo que podría hacer para que Dan entrase en razón y viera en mí el deseo de que pasase más tiempo conmigo. Me levanté de la banqueta y fui a coger mi bolso con la mano en la que no tenía vendado el dedo.
-Vale, - dije resignándome - pero mañana te invito a almorzar. - dije sonriendo.
-De acuerdo. - contestó con otra sonrisa que me contagió y a la vez me encantó. Dan tenía ese algo especial que se salía de la normalidad y yo estaba encantada que me haya elegido a mi.
Salimos de su acogedora casa pero antes de nada me fije de nuevo en aquel piano tan brillante. De repente relacioné a Dan con aquel instrumento musical. Los dos brillaban con luz propia por si solos, los dos sabían sacar lo mejor de mi sin necesidad de hablar y los dos eran imposibles de olvidar en sólo una noche. Nos acercamos al coche, hacía un poco de frío y antes de subirnos Dan colocó por encima de mis hombros su chaqueta de cuero negra. Su perfecto cuerpo estaba bajo una camiseta de manga corta blanca que dejaba al aire sus musculosos brazos. Se acomodó en el sillón del piloto y yo en el de su lado. Arrancó el coche con un giro de llave y se dispuso ir a donde anteriormente estaba tan nerviosa con la llegada de aquella cita que finalizó con el mordisco de un pato celoso. Mi atención giraba entorno a él. Me gustaba como se le tensaban los músculos de la mandíbula cuando se ponía serio y me era imposible no sacar una pequeña sonrisa al verle estar así. Casi estábamos llegando a mi destino pero después de ello él se marcharía por donde ha venido. Eso me entristecía. Quería pasar las horas junto a él. Nunca pensé que llegaría a sentir ese amor por Dan cuando hace sólo unos días escribía en mi Diario el odio que le tenía desde que Kelly aseguró estar con él. De nuevo maldecí el trabajo que me esparaba mañana sin embargo me alegraba porque a causa de él volvería a verle.
Aparcó en doble fila y me bajé del coche como pude teniendo cuidado de no darle a la carrocería de algún que otro vehículo que se encontraba cerca del suyo. Allí estaba mi escarabajo, mi fiel y acogedor automóvil.
-Bueno princesa aquí cesó nuestro baile. - dijo casi sin voz. Seguramente él estaba igual de melancólico que yo. No podía apartarme de él por mucho daño que guardase del pasado en mi cabeza. Mi corazón sentía que era mío y que no podía dejarle escapar.
-Espero que mi carruaje no se convierta en calabaza antes de las doce de la noche, sino te quedarás en medio de la calle. - contesté con una sonrisa forzada pero a la vez dulce y espontánea.
-Te quiero Beth.
-Y yo a ti Dan. Nos vemos mañana en la oficina.
Cogí el bolso y me acerqué a él hasta conseguir llegar a sus labios y darle ese merecido beso de despedida. Y con un leve cerrar de puerta por mi parte acabó nuestro día tan sumamente especial. Esperé a que se alejara lo suficiente como para perderle de vista pero creo que eso no fue una gran idea ya que cada vez me iba angustiando más su ausencia.
Subí las escaleras del piso. Todo parecía extraño. Las ancianitas no estaban mirando por la mirilla, mi amiga no salió de casa al oír mis pasos y a mi cada vez se me hacía más pesado subir cada escalón. Cuando llegué se tornó una clara victoria de mi dejadez física y con un giro de llave, que me recordó al mismo que hizo Dan para traerme a casa en su coche, abrí la puerta y me introduje en aquel silencioso pasillo. Tiré el bolso en el sofá y con él me hundí en el cojín añorando la vuelta de Dan a por mi. Pasaron los minutos y decidí levantarme. No tenía ganas de cenar. Tampoco tenía ganas de ver la televisión y mucho menos de irme a dormir. Cogí mi Diario y como siempre comencé con ese "Querido Diario".
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Bienvenidos a mi operación olvido
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