Todo como ya dije estaba desordenado, no me paré ni a escribir en mi Diario, ¡que pena!. Comencé barriendo la terraza, bueno un espacio lleno de cachivaches y con un mínimo de espacio para tender la ropa, acabada de sacar de la señora Volteadora, es a lo que yo llamaba terraza. Claro que empecé por ahí porque ver aquellos espacios tan sumamente sucios me desanimaba por completo y tenía que sacar en ese momento lo mejor de mí para dejarlo todo reluciente con r, como yo le decía a mi madre de pequeña cuando me mandaba a limpiar los dos baños, de la casa de campo, que yo odiaba por completo.
Así comenzó mi faena. Acabé en tres minutos de barrer el suelo de la solana, que como ya dije no iba a tardar mucho en darle un para aquí y para allá porque su espacio era minúsculo, y comencé con la dura tarea: limpiar dormitorio, baño, salón, cocina y el pequeño pasillo que había al entrar en casa. Ahora es cuando agradezco no tener habitación de invitados, aunque cuando venga a visitarme y a quedarse a dormir en casa alguien me de vergüenza mandarle al sofá y me tenga que ir yo a hacerle una visita a aquel desgraciado muelle flojo.
Casi no notaba lo que me costaba tirarme al suelo para que saliera aquella mancha que por mucho que le dieras con la fregona la miserable no salía ni con don Limpio por muchos años que este hubiera estado anunciándose en aquel electrodoméstico a color. Mientras tanto estuve cantando al ritmo de "¡si yo tuviera una escoba, tanananana, si yo tuviera una escobaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ¡cuantas cosas barrería!", aunque llevase dándole que te pego toda la tarde con la maldita y marcándome algún que otro baile de salón con mi amiga Fregona.
Acabé agotada, pero acabé. Que al fin y al cabo eso es lo que cuenta. Me desplomé en la cama cual atleta corriendo la maratón de su vida. Y no le culpo, pero mi competición crepuscular había finalizado con triunfo aunque aún me quedaba una gran lista de cosas que me quedaban por hacer para poder llegar a renombrarme como cenicienta de la limpieza. Ahora si incorporé de mi blando colchón y me dispuse a llegar al escritorio para ponerme en marcha con el bolígrafo.
-Querido Diario: - dije en voz alta al comenzar. No un día nuevo pero sí una segunda parte de mi comienzo - después de que mis padres vendieran la casa de campo, bendita fue la hora en la que lo hicieron nos fuimos a vivir a una casa mucho más grande, por y para mi desgracia, que tenía nada más y nada menos que tres cuartos de baño. ¡Fue un infierno!. La verdad que es preciosa y allí siguen viviendo ellos aunque yo no es que vaya mucho a visitarles. También está mi perro Flofy, al que añoro demasiado y con el que me he pasado más de una tarde lluviosa corriendo sin fin hasta llegar a alguna casa que tuviera un pequeño espacio en el que cobijarnos hasta que cesase el chaparrón.
Seguí escribiendo. La verdad que me enrollaba más que una persiana pero le iba cogiendo el gusto al mover mi muñeca al son de mi escritura. Es como si estuviera narrando la vida de otra persona que no era yo, pero que sabía más que ella misma. A lo que se le llama narrador omnisciente me refiero.Sin darme cuenta mi Diario se convirtió en mi mayor confidente a pesar de que yo antes estaba muy reacia al iniciar aquella iniciativa, es más no sé cuantos años se llevó aquel libro de hojas blancas sin escribir dentro de una caja de la cual no recuerdo haber tenido nunca y en la que me encontré más de un recuerdo encerrado en ella. Sin embargo mi tranquilidad concluyó al sonar el timbre más de dos veces por segundo.
Alguien impaciente estaría esperándome delante de la puerta para que yo con un saludo cordial, aunque a veces no me dejan ni congratular en mi propia casa, le diera paso a mi modesto universo techado.
Está muy bien, ella es muy alegre y dicharachera y consigues arrancarme una sonrisa, ¡felicidades!
ResponderEliminarLa única pega que te puedo encontrar (que no es que vaya a mala leche buscándolas, en serio) es que a veces te faltan comas para estructurar las frases ^^