domingo, 30 de enero de 2011

Un día como otro cualquiera.

Bienvenidos a mi operación olvido.


Un día cualquiera, en el que me levanté por la mañana con mi tazón de leche con cereales integrales, sí operación bikini, me decidí a escribir un diario. No sé cual fue el motivo de mi intencionada fe por empezarlo y acabarlo, ni porque la iniciativa de contarle cosas a un miembro sordomudo. Sin embargo, pensaba que no serían más que palabras, buenas o malas, pero palabras y que aunque fuera un secreto tenía la certeza de que no iba a contárselo a nadie porque iba a ser mi confidente de misterios.


-Querido Diario: - hablaba sola mientras escribía la típica frase que indica el inicio de un enigma por descubrir - estoy aquí una vez más comiendo mi triste bol de cereales integrales porque este verano me tengo que ver magnífica ante el espejo, me conformo con quitarme 15 kg de encima, pero no al estilo Requiem por un sueño, que por cierto es una buenísima película te la recomiendo. 


Sin más dilaciones comencé a escribir y escribir, todo lo que en veinte años no le había contado. Todos mis cumpleaños, amistades, enemigos, hablándole de mis desamores y por supuesto de algo que no puedo esconderle a él: mi amor platónico. 


-Sí, él era quien me daba fuerzas por la mañana para seguir comiendo el repugnante yogurt natural sin azúcar. Él era quien me decía "te sobran unos kilogramos de más" a lo que yo le contestaba "pero me sobran neuronas que a ti te faltan", ¿gracioso verdad?. 


No sabía hasta que punto iba a llegar mi monólogo y no monólogo porque estaba escribiendo en un Diario que no se os olvide. Pero tenía tantas cosas que contarle que en unas miserables tres páginas que llevaba escritas no le iba a poder contar todo lo que a mi me gustaría.


-Y fin - "mañana más" así finalicé la cuarta página de mi diario.


Me levanté del banco donde estaba desayunando, y como siempre yo tan ordenada, dejé el tazón vacío como si tuviera una sirvienta, criada, doncella, chacha o como queráis nombrarla que llegase como todos los días puntual a las nueve de la mañana.


-Qué ilusa - me dije a mi misma.


Así sin más me fui a mi habitación para vestirme con el primer trapito que viera por el armario. Unos vaqueros, una camiseta de manga corta, con la que no se notase mucho mis encantadores flotadores, que me compró mi queridísima madre viajera en Inglaterra, unos botines con tacón y vamos que nos vamos a aguantar a la pesada de mi jefa.


Como ya dije al principio un día como otro cualquiera en el que me levanto con una sonrisa en la cara pero que cesa cuando pienso en las horas muertas que me paso en el trabajo haciendo papeleo y subiendo y bajando escaleras porque el ascensor, por y para mi desgracia, lleva dos meses estropeado y no tienen intención de arreglarlo.

1 comentario:

  1. Sí que está bien, aunque yo no le veo ninguna clase de sobrepeso en esas imágenes xD
    Lo único es que parece el encabezamiento de una historia, ¿acaba ahí o continua? ^^

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