lunes, 31 de enero de 2011

Un duro día de trabajo.

No es que estuviera excesivamente lejos de mi trabajo, pero como casi siempre llegaba con un retraso de un segundo que contaba al dedillo mi señora jefa. Tampoco es que pudiera tambalearme mucho ya que no sé si gracias o por desgracia estoy trabajando en una prestigiosa revista "The Big Holidays" en las que chicas de alrededor de diecisiete años se mataban por salir en la portada de tales insignificantes páginas. 


-Pero que mona va esta chica siempre - dijeron mis alegres y ancianas vecinas del segundo al estilo "Aquí no hay quien viva".


-Buenos días señoras - les dediqué mi mejor sonrisa, eran unas ancianitas muy tiernas.


-Tarde como siempre ¿no? - me preguntó mi vecina del primero con la que suelo irme de fiesta en repetidas ocasiones y que admiro tanto.


-Intento llegar puntual pero ese adjetivo no me acompaña en mi jornada laboral por lo que parece - contesté dándome prisa y tirando un beso al aire dirigido a ella.


Yo evidentemente redactaba una sección, lo mismo me tocaba hablar de el peligro que corremos al ponernos las horas muertas al sol que de como podemos evitar que se nos irrite la piel con el frío. No mucho trabajo, pero si un tanto aburrido. Menos mal que con el laptop, que evidentemente me proporcionaba la agencia de modelos, se hacía más ameno ir a verle la cara a cuatro amargados que pasaban muy de vez en cuando con café en mano. 


-Vaya tu record de la tardanza dos segundos - me dijo casi con un cabreo insignificante mi superiora.


-No encontraba las llaves para cerrar la puerta de casa - me excusé pero creo que sin triunfo alguno.


-Excusas, excusas. Que será lo próximo ¿mi perro ha hecho sus necesidades en mi suelo de parquet?.


-No creo que sea el caso porque vivo en un humilde piso que no ...


-A trabajar se ha dicho, encima de que vienes tarde no querrás ponerte de cháchara para no acabar lo que te corresponde ¿verdad? - me cortó y me sermoneo cual niño pequeño pintando las paredes blancas de colores.


¡A sus órdenes mi comandante! me mandé a mi misma mentalmente para no querer cogerla de los pelos y darle un paseo por todo el edificio que muy a mi pesar no era demasiado grande respecto a altura pero que de ancho tenía una media perfecta como para no dejarle ni un pelo en la cabeza.


-¿Otro día más siendo impuntual señorita Oliveira? - escuché desde la otra punta de la oficina en la que me encontraba yo y seis personas más contando con la que se había dirigido a mi y, por supuesto, conmigo.


-Nadie es perfecto - le guiñé el ojo - Dan deberías preocuparte más por tus asuntos que por los míos - le hice una carantoña y con ella finalicé mi diálogo sentándome en mi respectivo lugar de trabajo.



Me dispuse a encender el laptop y a escribir como una posesa para tenerlo todo desenmarañado para que mañana cuando volviera a la rutina sólo tuviera que repasar el reportaje fotográfico de Kiara Faure, una chica que llegó hace unas semanas y que está causando sensaciones en las portadas de la revista "The Big Holidays".





domingo, 30 de enero de 2011

Un día como otro cualquiera.

Bienvenidos a mi operación olvido.


Un día cualquiera, en el que me levanté por la mañana con mi tazón de leche con cereales integrales, sí operación bikini, me decidí a escribir un diario. No sé cual fue el motivo de mi intencionada fe por empezarlo y acabarlo, ni porque la iniciativa de contarle cosas a un miembro sordomudo. Sin embargo, pensaba que no serían más que palabras, buenas o malas, pero palabras y que aunque fuera un secreto tenía la certeza de que no iba a contárselo a nadie porque iba a ser mi confidente de misterios.


-Querido Diario: - hablaba sola mientras escribía la típica frase que indica el inicio de un enigma por descubrir - estoy aquí una vez más comiendo mi triste bol de cereales integrales porque este verano me tengo que ver magnífica ante el espejo, me conformo con quitarme 15 kg de encima, pero no al estilo Requiem por un sueño, que por cierto es una buenísima película te la recomiendo. 


Sin más dilaciones comencé a escribir y escribir, todo lo que en veinte años no le había contado. Todos mis cumpleaños, amistades, enemigos, hablándole de mis desamores y por supuesto de algo que no puedo esconderle a él: mi amor platónico. 


-Sí, él era quien me daba fuerzas por la mañana para seguir comiendo el repugnante yogurt natural sin azúcar. Él era quien me decía "te sobran unos kilogramos de más" a lo que yo le contestaba "pero me sobran neuronas que a ti te faltan", ¿gracioso verdad?. 


No sabía hasta que punto iba a llegar mi monólogo y no monólogo porque estaba escribiendo en un Diario que no se os olvide. Pero tenía tantas cosas que contarle que en unas miserables tres páginas que llevaba escritas no le iba a poder contar todo lo que a mi me gustaría.


-Y fin - "mañana más" así finalicé la cuarta página de mi diario.


Me levanté del banco donde estaba desayunando, y como siempre yo tan ordenada, dejé el tazón vacío como si tuviera una sirvienta, criada, doncella, chacha o como queráis nombrarla que llegase como todos los días puntual a las nueve de la mañana.


-Qué ilusa - me dije a mi misma.


Así sin más me fui a mi habitación para vestirme con el primer trapito que viera por el armario. Unos vaqueros, una camiseta de manga corta, con la que no se notase mucho mis encantadores flotadores, que me compró mi queridísima madre viajera en Inglaterra, unos botines con tacón y vamos que nos vamos a aguantar a la pesada de mi jefa.


Como ya dije al principio un día como otro cualquiera en el que me levanto con una sonrisa en la cara pero que cesa cuando pienso en las horas muertas que me paso en el trabajo haciendo papeleo y subiendo y bajando escaleras porque el ascensor, por y para mi desgracia, lleva dos meses estropeado y no tienen intención de arreglarlo.

lunes, 24 de enero de 2011

Recuerdos del susodicho.

En un momento, en el cual mi mente no podía mirar más allá de mis pensamientos divisé de pronto un sentimiento de culpabilidad, o quizá de pena.

-¿Sabes?. Yo no sabía que ser guapo o guapa era un requisito indispensable para poder vivir en este mundo metafísico - afirmé extraña porque ni yo misma era capaz de reconocer mis propias palabras.

-Nadie dijo que el mundo fuera fácil y mucho menos que no fuera físico. Aquende donde me ves no soy nada más que carne, arrugas y hueso, pero aquí - hizo un movimiento grácil, golpeándose con pequeños toques y con su delicado dedo índice el lado derecho de su frente - aquí - repitió siguiendo con sus impactos sensibles - Eleanor somos más que personas. Somos unos desconocidos que vagamos por el mundo de las Ideas, como ya dijo el gran Aristocles renombrado como Platón, y nos adentramos en nuestras pequeñas evocaciones para hacer daño a este que tenemos aquí - puso la mano izquierda sobre su pecho aludiendo al músculo más monumental que conforma nuestro organismo y que gracias a él podemos seguir viviendo, pero que cuando ya cesen sus movimientos nosotros nos iremos con ellos. Creo que quedó bastante claro, pero para desenmarañar todo este enredo y para los que no sean capaces de ver más allá y no lean entre líneas no es más que el corazón.

-Ya pero ...

-Hoy no hay peros Leonor - me llamaba de un diferente nombre cada vez porque le gustaba jugar con las palabras de mi apelativo - la existencia se ha hecho para el más fuerte, el que sufre y sale de los agujeros y las piedras que la vida el va dejando por el camino es quien sobrevive. O así hizo saberlo Marx con su teoría de la evolución.

-Abuelo, sabes que soy muy pequeña, para saber tantas cosas. Mamá te dijo que no me llenases la cabeza de pajaritos.


-Tu madre es una ignorante. No te lleno la cabeza de aves ni de ningún otro animal, sólo de sabiduría. De aquello que a tu madre le falta pero que sin embargo a ti te veo capaz de captar al momento - me indicó con una sonrisa de oreja a oreja por lo orgulloso que estaba de mí - Elea, llegará un momento en el que yo no estaré contigo y aún así tu estarás conmigo. Es algo difícil de entender pero ya te he dicho que tú tienes la capacidad de recoger porque grábate esta pequeña frase en la cabeza "el saber no ocupa lugar", no se sabe quien lo dijo pero seguramente fuera quien fuese hizo esa frase para ti.


En ese momento mi abuelo me arropó en la cama, me dio un beso en la mejilla y se fue a paso sosegado hasta alejarse lo suficiente como para cerrar la puerta.

-Que descanses mi pequeña erudita - dijo casi sin voz antes de marcharse en su totalidad.

"El saber no ocupa lugar ..." me repetía y repetía toda la noche sin llegar a ninguna conclusión en particular.

Ahora después de veinticinco primaveras estoy en mi habitación, aquella estancia en la que mi abuelo se sentaba a los pies de mi cama y me contaba, películas según mi madre, las historias nunca mencionadas. Sigo recopilando cada palabra, cada gesto, cada minuto que mi antepasado dedicaba a mi aprendizaje. Nunca olvidaré aquellas despedidas que hacía siempre antes de marcharse "que descanses mi pequeña erudita" y que yo le mencionaba en aquella cama de hospital en la que después de tantos años, desgraciadamente, tuve que despedirme de él con un "sensato es aquel que duda de no saber pero que sin pensar sabe más de lo que cree" y con un breve "te quiero abuelo" a penas sonoro.

martes, 18 de enero de 2011

Se puede dudar de todo, pero no de la honestidad.

Una cosa tenía clara la heredera de los von Hausen, y así se lo hizo saber Inga. "Las cosas que salen del corazón son las que realmente valen para cualquier situación". Esa frase, que fue conocida por Marge cuando sólo tenía unos escasos diez años, llegó a lo más hondo de su ser. La niña, que estaba empezando a desarrollar sus dotes femeninos, después de estar internada en varios lugares oscuros, malolientes y lleno de especialistas de los que se podría decir que, a pesar de estar en aquel lugar lleno de dementes como lo "era" Margaret, o eso pensaban sus padres, estaban todavía cuerdos.

Un día como otro cualquiera en la monotonía de la joven von Hausen, que era el apellido más prestigioso del que podía fardar la madre de la niña, hizo un llamamiento a sus padres a través de su tutora, cuando ellos no se encontraban en casa y estaban de "viajes de negocios", Inga. Ésta les hizo desplazarse hasta el salón donde se encontraba la hija y allí comenzó la amonestación.

-Papá, mamá, no quería llegar hasta este punto pero habéis hecho que en mi minoría de edad me comporte como una chica adolescente que tiene los pies en la Tierra y que no tiene que depender de nadie para concluir sus problemas - aclaró la joven con aires de superioridad ante sus padres y casi con humo saliendo por sus diminutas e insignificantes orejas que estaban adornadas por pendientes de perlas herencia de la abuela - estoy fatigada, harta, cansada, agotada ... como lo queráis interpretar, de tener que pasarme la mayoría del tiempo, que incluso se expande a años, con Inga. Necesito vuestro calor, vuestro cariño, vuestro beso de buenas noches y que me arropéis posteriormente.

Aquellos a los que ella llamaba padres se quedaron con la boca abierta y los ojos como platos, no podían creer que una niña del calibre de Margaret pudiera ni siquiera expresarse de esa forma tan contundente y madura teniendo solamente la escasa edad de diez año. Como ya digo increíble.

-Marge hija ... - se disculpó la madre pero de nada le sirvió utilizar aquellos dotes amargos de los que solía servirse para salir de situaciones tan vergonzosa como la que estaba transcurriendo ahora.

-No mamá ... hoy no quiero excusas. Sólo quiero que me miréis a los ojos y que me digáis si realmente he sido una hija para vosotros o ¿un pasatiempo para olvidar el amargo de vuestras solitarias vidas?, porque si es así cogeré mis cosas y me volveré al Registro, aquel mismo lugar de donde no debería haber salido nunca.

Cada palabra de reproche de la criatura salía como una flecha con la punta envuelta de papel en llamas clavada en el corazón de aquellos seres que alardeaban de tener una hija inédita cual disco de vinilo de aquellos entonces que sólo podían poseer una serie de personajes que se pensaban ricos pero que realmente no tenían donde caerse muerto. Para suerte de Marge todo acabó en un "te comprendemos hija pero compréndenos a nosotros. Tenemos que trabajar para mantener la casa hacia delante y sino lo hiciéramos Inga tendría que marcharse a otro lugar en el que cuidar a niñas o niños no tan impecables como lo eres tú". Ahí cesaron los reproches, aquellas palabras que salían del corazón, como le dijo Inga, de la niña de escasos diez años que tenía mente de mujer adulta, y no era para menos con todas las lecciones que la inteligente pero a la vez inculta sirvienta que para Margaret era más que eso le daba a la niña día sí y día también una serie de clases magistrales. Además también pensó en el futuro que tendría Inga en otra casa que no fuera la suya, y aunque no pudiera imagenársela del todo, le daba miedo que ésta se fuera a otro lugar y que viniera otra institutriz que fuera de mano dura y que no la dejase respirar ni cinco míseros segundos.

Trascurrió la jornada con los cinco sentidos de aquellos padres jugando a las princesas, saltando, brincando, revolcándose, que pese a las edades de estos no estaban para tirar muchos cohetes, pero terminó el día como había soñado la pequeña, con aquel beso de buenas noches y arropada por dos individuos que se movían a través del aparato locomotor y que a pesar de ser fríos tenían sentimientos cómo todos.

-Gracias - murmuró la pequeña von Hausen sin que apenas se le entendiera a causa del agotamiento que reinaba dentro de ella.


Y así durmió. Tranquila y menuda dentro de su caliente y cuidada cama que hacía Inga todas las mañanas nada más despertar a la pequeña y peinar sus cabellos rizados de color caoba y acompañarla al baño para que se lavase la cara y pudiera bajar a la cocina y que Will pudiera prepararle aquel desayuno lleno de proteínas y que ésta pudiera estar enérgica todo el día, o bien hacerle un rico desayuno con cereales y leche para que la pequeña pudiera quedarse en su cuarto acurrucada en la cama hasta que la niñera, Inga, le trajera su rico desayuno y pudiera tomarlo metida dentro de la cama mientras observaba por el ventanal a los pájaros alzando el vuelo. Pero ya dicen que todo lo bueno tiene un fin, y así es por y para la desgracia de Margaret.

lunes, 17 de enero de 2011

Cuando se tienen las cosas, se pierde la ilusión por ellas.

Recuerdo hace años cuando la madre de Marge fue a visitar a un médico privado y le dijo que era estéril, en ese momento fue como si a Giselle se le derrumbase el mundo. Como si todo aquello que soñaba de pequeña que no era más que la maternidad y el poder criar a una hija sana, firme y educada se fuera alejando cada vez más de sus propósitos como mujer. A pesar de que el padre de la niña apoyaba incondicionalmente a la esposa, ésta no dejaría de darle vueltas a su inalterable cabeza adulta. No tenía más de treinta años, pero el padre le ganaba por once primaveras. Se conocieron una tarde paseando por el parque en el que a la madre se le voló el pañuelo y acabó parando a los pies de aquel hombre tan apuesto que podría hacer flaquear las piernas de cualquier mujer más allá de los diez kilómetros a la redonda. Era conocido como el doctor Johnson, aunque su nombre de pila no era otro que Leonard.

El día que fueron al Registro del menor a por Margaret fue una ilusión tanto para Giselle como para Leonard. Incluso puedo recordar el momento en el que la niña que tendría unos tres meses escasos por aquel entonces estaba en manos de la madre adoptiva, a la que se le irradiaba la cara observando aquel hermoso y perfecto rostro de la pequeña y futura heredera de la fortuna von Hausen. Toda esa perfección personificada se sumergió en una adopción poco común en la que los padres están continuamente encima de la niña, que no fue el caso de la joven de la cual sólo conocían poco más de sus aventuras escolares junto con Inga, la intitutriz, y sus excelentes, aunque olvidadas, calificaciones. No obstante la minoría de edad de la niña no significaba que ésta no se diera cuenta de la ignorancia que sus padres presentaban por ella pese a que alguna que otra vez se la llevaban al parque, zoo, a comer un helado ... pero no más de dos horas. Esto causo estragos y alguna que otra secuela a las malas jugadas de Marge. Incluso alguna que otra vez tuvo que ser internada con una serie de especialistas para calmar el dolor que sentía en sus adentros, y todo por culpa de aquella dejadez de los padres que tanto deseaban una hija pero que pronto se olvidarían de ella.

domingo, 16 de enero de 2011

Delicado prado verde.

La pequeña, pero no menos importante, habitación de la niña estaba rodeada de juguetes que sus padres le fueron comprando con el paso de sus años pero que fue olvidandose de ellos por no querer seguir jugando a cosas de "niños pequeños", o así los llamaba ella a pesar de su minoría de edad, ya que se sentía una fémina cualificada para actuar como un adulto de mediana estatura. Allí estaba ella maqueando un plan para poder introducirse dentro de aquella puerta oxidada que cada vez estaba despertando más la curiosidad de Margaret.


Pensó en salir de noche y abrir la puerta, pero la idea de que alguien estuviera al otro lado de ella le producía cosquilleo por el cuerpo, y no precisamente era aquel hormigueo que sentía cuando su padre apretujaba su delicada piel para hacerle cosquillas. Ideó en su inteligente cabeza si podría salir de día y pasar aquella enorme puerta, pero de día estaba con Inga, la institutriz que le ayudaba a hacer los deberes y que cada día le enseñaba una lección que duraba alrededor de unas ocho horas, demasiado tiempo para una niña de seis años pero los padres querían que su hija fuera la más perspicaz cuando llegase a secundaria. Y por la tarde tenía clase de ballet, piano o cualquier cosa que la mantuviera ocupada mientras los padres estaban de viaje, aún así pensó en mentir de nuevo a su mejor amiga y profesora diurna, Inga, para que la dejase un día sin actividades extra-escolares, o así las llamaba ella aunque no fuera al colegio.




Cayó en la cuenta de la hora que era, casi las doce de la noche, y como siempre la ama de llaves pasaba a revisar las habitaciones para observar si la cría estaba dormida o seguía despierta como alguna que otra que la pilló husmeando en la cocina en busca de una onza de chocolate o atiborrándose de helado de vainilla, en verano por supuesto. Pero fue más astuta que ella y apagó la lámpara de mesa, que estaba cubierta de una tela blanca con estampados de flores y mariposas posadas en ellas, de su habitación antes de que ésta pasase por allí y descubriera que aún Marge estaba despierta y sumida en sueños desadormecidos. Muy a pesar de la heredera von Hausen sus padres nunca habían estado ninguna noche en casa para arropar a la pequeña y ni decirle cuanto la querían con un beso de despedida y leerle un cuento de la generación Disney de los tantos que tenía en su estantería sin tan siquiera estrenar. Su mayor pena era la de no poder contar con alguno de sus padres, y así era, la cría no podía contar con ninguno de ellos para hacer aquellas cosas a las que ella llamaba "actividades de niños pequeños" pero que ella añoraba pasar más de una tarde con el padre corriendo por el espacioso jardín que tenían en la parte trasera de la casa o jugar con su mamá a las muñecas o a los disfraces, sinceramente les envidiaba aunque tan sólo fuera envidia sana.

miércoles, 12 de enero de 2011

Si contase la vida por problemas acabaría en un agujero de desesperación

Acabé gritando un día "¡porqué a mi!", típica frase que decimos cuando nos sentimos atrapados entre problemas, cuando la invasión nos controla la mente y cuando exasperamos con tantas ganas que nos daríamos chocazos contra la pared continuamente.

"Mátame si deseas pero no me dejes sufrir de esta manera", me dije a mi misma un día. ¿Y de que sirve hablar sola?. Quizá en ese momento estaba enfadada conmigo misma, quizá sólo tenía ganas de gritar y gritar o simplemente sentía la necesidad de enfurecer mis sentidos.

Los valores de la vida ... Sí, algo que tenemos todos pero que no utilizamos. Siempre nos ponemos por encima de los demás, siempre hay un motivo por el cual tú estás encima de tal y tal está encima de tí.

Ni son todos los que están,
ni están todos los que son
.

Aquí está la importancia. Si no está la persona que quieres todo lo demás no te importa, "me importa un bledo" exacto una mierda, hablando pronto y claro.

Si lo único que quería yo era ser feliz "¿pido tanto?". No sé cuando dejaré aquellos monólogos interiores que me comen por dentro. Sin embargo quien dijo que no era una buena forma de desahogarse ... A mi me va a la perfección, deberíais probarlo, pero ... ¿quién soy yo para aconsejar?.

Una individua que deambula con una mente vacía, que no en blanco y que no tiene ni voz ni voto en la sociedad a pesar de la mayoría de edad. Prefiero vivir en la ignorancia que saber más de lo que sé y saber más de lo que soy.

¿Y sí yo soy aquella que exprimió al máximo sus pensamientos y que farda por seguir teniendo tiempo y espacio porque el saber no ocupa lugar, o eso dicen?.

Así es el caos de la existencia, piensas más de lo que haces y al final acabarás sin hacer lo que estás pensando, la mente dominante, la mente controladora, y dijo Descartes sin demostraciones ¿habrá algo de lo que podamos estar completamente seguros?. Sí, estamos aquí pero ¿dónde está nuestra mente?, nuestra mente que en clase vuela al más allá como en el cuento de Peter Pan.

lunes, 10 de enero de 2011

En busca de los sueños después de estar despierto.

Ella soñaba, sí Marge anhelaba que cualquier día de estos descubriera a la ama de llaves abriendo una puerta que escondiera en su interior un lugar colorido, pájaros como el mirlo, ruiseñor, la alondra y el zorzal que son los que mayor reputación musical tienen en el mundo de las aves, y encontrar ardillas, conejos, etcétera, correteando de un lado a otro y asimismo observar como los caballos mueven sus crines al aire libre. Ese era su sueño. El poder en un lugar tranquilo pensar con exactitud sobre la conducta que sus padres mantenían con ella.

Un día cualquiera en el que la joven Margaret paseaba por el jardín trasero de su hogar, el cual estaba cubierto de flores y que a ésta le daban alergia en plena estación primaveral, y por un sauce llorón que le encantaba y que estaba situado al lado de un estanque lleno de peces de colores y carpas.

Sin casi llegar a creerlo encontró detrás de unas plantas trepadoras lo que es una especie de puerta oxidada, o al menos eso le parecía por aquel color grisáceo con tonalidades marrones y negras. Se acercó sigilosamente como si un monstruo pudiera llegar a salir de aquella puerta sin previo aviso, pero evidentemente eran alucinaciones suyas. Se dispuso a apartar las plantas enredadoras e ir arrinconando de derecha a izquierda haciéndose paso entre la maleza. Cuando ya había aislado la yerba que le impedía agarrar el pomo para girarlo se dio cuenta de que era imposible mover el tirador de aquella puerta así que salió corriendo a ver a Inga, la cuidadora que pasaba la mayor del tiempo con ella.

-¡Inga, Inga! - le gritaba desde fuera de la casa y cuando llegó a la puerta la abrió y rápidamente se introdujo en el salón comedor en el que se encontraba la institutriz - tienes que ...

-¿Qué pasa Marge? - le contestó sobresaltada por los gritos de la niña y sin dejarle tiempo para que la joven se explicase.

-Tienes que decirme como poder desoxidar una puerta - le dijo con el pulso acelerado por la emoción de encontrar lo que ella iba buscando detrás de la ama de llaves algunos años.

-¿Una puerta? - le dijo extrañada porque en los años que llevaba en la casa, incluso antes de que naciera la niña, no había visto una puerta que estuviera oxidada porque todas las puertas de la casa estaban en buenas condiciones - ¿y dónde has visto una puerta oxidada?.

Margaret no quería decir nada así que se inventó una mentira piadosa a pesar de que a ella no le gustaban para nada las mentiras y entonces mucho menos le gustaba mentir.

-Es que estoy jugando en mi habitación a sueños después de estar despierto y estoy imaginando que soy una hada viajera que encuentra una puerta oxidada y que detrás de ella encuentra un mundo lleno de aves y una gran variedad de animales y plantas correteando por el valle - técnicamente lo que decía era una mitad verdad o mitad engaño, como quisiera verse, aunque dicen que una mentira a medias es peor que una falacia en sí.

-Vale, pero no entiendo porque me pides un desoxidante para una puerta imaginaria.

-¡Tú como siempre Inga robándole los sueños después de estar despierto a los demás! - dijo cabreada y medio gritando.

-De acuerdo, de acuerdo, toma. Pero no quiero que lo eches en ningún sitio de verdad ¿vale grumete?, como llegues a manchar alguna alfombra o el propio suelo tus padres al llegar me matan.

-Oído cocina - le guiñé el ojo y salió de la cocina con una sonrisa dibujada en la cara.
Y así fue el día en el que Marge encontró aquella puerta misteriosa y que al siguiente día pudo abrir, pero esto no se lo contéis a nadie.

domingo, 9 de enero de 2011

El significado de un beso.

Una niña y una madre se encontraban un día en el hospital. La madre enferma de cáncer de mama no podía recuperarse por lo tanto iba a morir. Ésta quería quedarse a solas con su hija de seis años con la que apenas había podido vivir su niñez y mucho menos podría vivir su adolescencia, ver como crecía con el paso de los años y como le ganaba en centímetros mientras ella iba envejeciendo.

Un día de los que la niña estaba en el hospital le pregunto inocentemente a la madre que era un beso.

-Teresa hija, un beso es ... una muestra de amor a otra persona, es decir tú le das un beso en la mejilla a una persona que quieres pero la mayor muestra de amor es un beso en los labios, como los besos que me doy con papá. Una persona le da un beso en la boca a otra persona porque quiere demostrarle su amor, quiere que esa persona nunca se vaya de su lado y que siempre sean felices.
La niña lo entendió perfectamente.

-¿Y una lágrima mamá?, ¿qué es una lágrima?.

La madre echó a llorar, no aguantaba las ganas de abrazar a su hija y de mimarla como si fuera el último día que pudiera estar con ella.

-Una lágrima es una gotita de agua salada que sale por nuestros ojos porque nos sentimos tristes, incluso cuando estamos felices lloramos.

-¿Y tú porqué lloras mamá?.

-No lloro, estoy sacando mis mejores sonrisas de los ojos para ti mi vida.

Entonces la niña se inclinó un poco hacia la madre y con lágrimas en los ojos se acercó a la madre y le dio un beso en la boca. La madre quedó estupefacta y de repente la hija sin previo aviso le dijo:

-Este beso mamá te lo he dado porque no quiero que te vayas, porque quiero que te quedes aquí conmigo y porque así puedo demostrarte todo lo que te quiero.
La madre siguió llorando sin cesar no podía imaginar que la dulce cara de su hija no la pudiera volver a ver nunca más pero le dio un consejo:
-Teresa prométeme que cada vez que llores será para regalarle a papá una de tus mejores sonrisas y que cuando beses a alguien sea porque lo deseas y porque lo quieres con todo tu corazón.

La niña calló para asimilar las palabras de la madre.

-Mami yo no podré besar a alguien nada más que a ti porque eres lo que más quiero en el mundo y no quiero que vayas a ningún viaje y no puedas volver.

El diálogo entre la hija y la madre acabó en un silencio enternecedor en el que las dos aprovecharon los segundos, minutos y horas para abrazarse la una a la otra y dejar que el tiempo transcurriera entre cuatro paredes.

jueves, 6 de enero de 2011

Del derecho, del revés, mire por donde lo mire nada quiere ver.

Margaret von Hausen fue en sus tiempos la chica más materialista del mundo, o eso suponía. Mantuvo relaciones con chicos que eran de la clase alta e incluso le propusieron matrimonio que ella de muy buena gana rechazó. Pero cuando llegó el último hombre de su vida, antes de llegar a los treinta y pico años, cambió radicalmente la forma de pensar y actuar.


Fue la típica mujer que llevaba en la cartera tropecientas tarjetas de crédito, dinero en metálico e inclusive cheques, por si por un casual compraba algo de gran valor económico. Es duro saber que la solitaria y soltera Margaret antes era una derrochadora compulsiva, o al menos después de ver su actitud ante el malgasto del patrimonio económico que hacen las personas en los días festivos más señalados. Tampoco es que sus padres la hubieran ayudado mucho a no despilfarrar tanto. Su padre era notario de un gran banco europeo y la madre era una de las mejores arquitectas que pisó Europa. Ésta treintañera en su adolescencia escupía dinero allí por donde pasase, nunca tuvo problemas económicos pero sí sentimentales. Sus padres rara vez se encontraban en casa, típica familia que supone que con dinero se compra a la gente, y ella como joven alocada no le importaba porque era cuidada una niñera a la que con el tiempo le llegó a coger mucho cariño, tanto que le pedía dinero a sus padres para ella y se lo regalaba a la institutriz. Cuando los padres de la muchacha von Hausen tenían que viajar por asuntos laborales ella se dedicaba a estar en la gran casa en la que vivía, aunque no muy felizmente, pero como podía y por supuesto saciando todas sus necesidades ya que como he dicho sus riquezas eran elevadas y su educadora le daba libertad para hacer lo que quería después de hacer su correspondiente tarea.

En su cabeza discurrían evocaciones sobre el ama de llaves y el cocinero que habitaban la morada de los von Hausen. Cuando los padres de Marge, que es el nombre por el que normalmente era llamada por la cuidadora, no estaban en casa el cocinero se dedicaba a preparar los aperitivos que le gustaban a la cría y que le hacían entreabrir las aletas de la nariz al máximo debido al olor que exhalaba aquella comida tan apetitosa.

Margaret a su juventud era otra más, otra muchacha igual o más curiosa que las demás. Pero los momentos curiosos de aquellos diminutos pasatiempos de la joven los contaré en otro momento.

miércoles, 5 de enero de 2011

Cualquier lugar es fiable para descubrir.

Sí, de nuevo aquí. La soltera y amiga de Greenpeace Margaret von Hausen. Aquella treintañera que odiaba, y odia, la Navidad sobre todas las cosas. Todavía no se ha dado cuenta la muchedumbre que mi espíritu navideño se fue un treinta y uno de fiesta y que no volvió más y ahí estaba ella con sus treinta y picos años, que no es bueno preguntarle cuantos porque se pone de mal humor y es normal, subrayando la palabra sola y sin necesidad de compañía.

Aquí sigue consumiendose en un libro del cual le costará salir con facilidad debido a la adictivas páginas escritas que están turbando la existencia y sus credenciales. No puede, no puede parar de leer y releer el mismo libro, no puede creer que la protagonista cayera en una depresión porque el chico al que ama sobre todas las cosas no se fija en ella, ni siquiera una mirada repugnante le regalaba. No era algo utópico, es la actitud que presentan algunas adolescentes de hoy en día, algunas llegan a cortarse las venas por ellos, "que cosa tan estúpida" dijo Margaret con un tono sarcástico e irónico, el cual le encantaba utilizar cuando hablaba sobre la juventud y lo pronto que se pierde cuando los vicios se presentan con facilidad delante de los ojos adolescentes o pre-adolescentes.

Se levantó de aquel rincón al que denominó el rincón de mis ideales y en el que pasaba cada tarde, noche o madrugada.

Cada noche en el momento que se iba a la cama apagaba todas las luces de la casa y se quedaba con la lampara pequeña que estaba encima de otra pila de libros, por lo que se puede deducir que carecía de mobiliario en el que apoyar abalorios, jarrones, pero si que podemos suponer que su casa está llena y llena de libros que le quedan por leer y que cualquier día acabará por el afán con el que se levantaba cada día por seguir ojeando cada reverso y prólogo de ejemplares nuevos que fue comprando a medida que fue viajando por el mundo, puede creerse que es Willy Fog en versión femenina.

Cualquier lugar era bueno para leer cuando se encontraba fuera de casa. Alguna que otra vez perdió el autobús que tenía que coger diariamente para ir a trabajar o para trasladarse a cualquier sitio que quisiera ir en ese momento. Lo imprescindible en su bolso era un buen libro. Lo único que necesitaba era un lugar tranquilo sin bullicio, una taza de café o café helado del Starbucks. No cree haber contado algo que fue un pasaje interesante en su vida, pero que en el próximo diminuto pasatiempo contará.

Navidad, navidad, pragmática navidad.

Navidad ... Dulce y añorada Navidad.

Momentos en los que una persona pide amor, salud y dinero, pero los regalos en la noche de reyes magos, seis de enero del año que sea, que no falten.



Festividad en la que Margaret, que vive en el centro de la ciudad, deambula errante por los pasillos y rincones de su casa buscando un triste y miserable cobijo donde pueda pasar el mayor tiempo posible hasta que acabe aquella estúpida y materialista noche. Al menos se alegraba de tener un techo en el que vivir humildemente. No tenía televisión, tampoco tenía videoconsolas y mucho menos juegos para ellas porque no existían, no existían al menos en su hogar. Estaba sola, sí total y completamente sola, y muy a su pesar no necesitaba a nadie más. Se pasaba las horas mirando por la ventana. Era un paisaje digno de observar, digno de contemplar en otra época que no fuera el último mes de diciembre en el que las tiendas no cierran ni aunque las caiga encima una bomba fétida, y así lo hacía, veía como los individuos sumidos en un mundo egoísta caminaban de una tienda a otra comprando, derrochando, malgastando y despilfarrando su patrimonio económico, y para su desgracia personas que estaban tocando la guitarra, acordeón, violín o algún que otro instrumento. Algunos cantaban, otros bailaban y varios sin levantarse, sentados en el suelo sin vida y con la única fe de que algún ser solidario le ayudase con dinero, que otra cosa sino, a consumir su vida en alcohol, nicotina o estupefacientes, pero que gracias a no se quien todos no son así.

Así pasó las horas Margaret, apoyada en el poyete interior de su ventana que estaba adornado por un cojín alargado en forma de rectángulo y una pila de libros que le quedaba por leer. Libros de hasta mil o más páginas. Uno de los que le quedaban era "Lo que el viento se llevó" y su continuación, unas dos mil páginas aproximadamente, pero le daba igual. Mientras leía podía tener una vida diferente a la que llevaba, es más su único vicio hasta ahora era fumar pero incluso lo eliminó de su vida por el asco que le estaba cogiendo al consumismo, tal fue la repugnancia que se daba grima a ella misma. Hubo alguna que otra vez en la que pensó que los hombres no se acercaban a ella por el vaho de alcaloide que mareaba hasta el más cuerdo. Esa era la vida de Margaret von Hausen la soltera, amiga de Greenpeace y solitaria treintañera que invertía su existencia en autores que redactaban en páginas de papel su mundo utópico.

Aquellos autores que toman la Navidad como algo grandioso y espléndido y que yo defino en una frase: Navidad allí por donde pasas arrasas. Cubre la tierra por donde pasamos de blanco y que crea en una ciudad o estado un club de alterne y si me preguntáis porque es por la cantidad de luces y electricidad que se malgasta, por los pinos que cortan, por las colas en tiendas interminables y por niños con un juguete en cada mano y cada pie, los que lo tienen, los que no lo tienen se conforman con ver la felicidad de los otros, los elegidos, los que podrán disfrutar sin fin.