Fue la típica mujer que llevaba en la cartera tropecientas tarjetas de crédito, dinero en metálico e inclusive cheques, por si por un casual compraba algo de gran valor económico. Es duro saber que la solitaria y soltera Margaret antes era una derrochadora compulsiva, o al menos después de ver su actitud ante el malgasto del patrimonio económico que hacen las personas en los días festivos más señalados. Tampoco es que sus padres la hubieran ayudado mucho a no despilfarrar tanto. Su padre era notario de un gran banco europeo y la madre era una de las mejores arquitectas que pisó Europa. Ésta treintañera en su adolescencia escupía dinero allí por donde pasase, nunca tuvo problemas económicos pero sí sentimentales. Sus padres rara vez se encontraban en casa, típica familia que supone que con dinero se compra a la gente, y ella como joven alocada no le importaba porque era cuidada una niñera a la que con el tiempo le llegó a coger mucho cariño, tanto que le pedía dinero a sus padres para ella y se lo regalaba a la institutriz. Cuando los padres de la muchacha von Hausen tenían que viajar por asuntos laborales ella se dedicaba a estar en la gran casa en la que vivía, aunque no muy felizmente, pero como podía y por supuesto saciando todas sus necesidades ya que como he dicho sus riquezas eran elevadas y su educadora le daba libertad para hacer lo que quería después de hacer su correspondiente tarea.

Margaret a su juventud era otra más, otra muchacha igual o más curiosa que las demás. Pero los momentos curiosos de aquellos diminutos pasatiempos de la joven los contaré en otro momento.
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