lunes, 17 de enero de 2011

Cuando se tienen las cosas, se pierde la ilusión por ellas.

Recuerdo hace años cuando la madre de Marge fue a visitar a un médico privado y le dijo que era estéril, en ese momento fue como si a Giselle se le derrumbase el mundo. Como si todo aquello que soñaba de pequeña que no era más que la maternidad y el poder criar a una hija sana, firme y educada se fuera alejando cada vez más de sus propósitos como mujer. A pesar de que el padre de la niña apoyaba incondicionalmente a la esposa, ésta no dejaría de darle vueltas a su inalterable cabeza adulta. No tenía más de treinta años, pero el padre le ganaba por once primaveras. Se conocieron una tarde paseando por el parque en el que a la madre se le voló el pañuelo y acabó parando a los pies de aquel hombre tan apuesto que podría hacer flaquear las piernas de cualquier mujer más allá de los diez kilómetros a la redonda. Era conocido como el doctor Johnson, aunque su nombre de pila no era otro que Leonard.

El día que fueron al Registro del menor a por Margaret fue una ilusión tanto para Giselle como para Leonard. Incluso puedo recordar el momento en el que la niña que tendría unos tres meses escasos por aquel entonces estaba en manos de la madre adoptiva, a la que se le irradiaba la cara observando aquel hermoso y perfecto rostro de la pequeña y futura heredera de la fortuna von Hausen. Toda esa perfección personificada se sumergió en una adopción poco común en la que los padres están continuamente encima de la niña, que no fue el caso de la joven de la cual sólo conocían poco más de sus aventuras escolares junto con Inga, la intitutriz, y sus excelentes, aunque olvidadas, calificaciones. No obstante la minoría de edad de la niña no significaba que ésta no se diera cuenta de la ignorancia que sus padres presentaban por ella pese a que alguna que otra vez se la llevaban al parque, zoo, a comer un helado ... pero no más de dos horas. Esto causo estragos y alguna que otra secuela a las malas jugadas de Marge. Incluso alguna que otra vez tuvo que ser internada con una serie de especialistas para calmar el dolor que sentía en sus adentros, y todo por culpa de aquella dejadez de los padres que tanto deseaban una hija pero que pronto se olvidarían de ella.

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