viernes, 4 de febrero de 2011

El día de mi limpieza.

Sumamente cansada, sí creo que esa sería la palabra. Llegue casi con la lengua posada en el suelo como un perro que hace tiempo que no bebe agua. Pues igual. Acabo mi dura jornada de trabajo y ahora me esperaba la gran tarea de hoy: ordenar mi pequeño y humilde piso. 


Estaba todo por medio, típico de mí, mi madre hacía semanas que no me llamaba para darme la buena noticia de que venía para estar unos días conmigo a lo que yo le asociaba el dejarme la casa limpia como una patena. Pero bueno, no siempre voy a poder depender de ella así que manos a la obra.


Subí como pude las escaleras hasta llegar al cuarto piso, sin ascensor obviamente, y a sacar las llaves que seguramente se encontrarían en el fondo de mi bolso en aquel rincón en el que nunca posaría mis manos para cogerla y abrir la dichosa puerta. Para mi sorpresa, o no sorpresa porque me lo suponía, la casa parecía una pocilga. Es como si me hubiera ido del piso y hubieran entrado personas en él para ponerlo todo por medio, cosa que aunque pareciera extraña no creería por muchas cosas valiosas que hubiera dentro, en este caso nada.


Almorcé,sí. Una triste y verde lechuga como si de un conejo me tratase. Pobre de mí, aunque ya me veía un poco más la cara chupada al estilo canija drogata, pues igual. No es que me favoreciera mucho ese aspecto, pero tenía que gastar energías para que cuando viniera mi madre no cebarme como un cochino cuando está comiendo bellotas para en cualquier fiesta nacional española hicieran una barbacoa y me pusieran a mi con un palo de pies a cabeza rodando y con una manzana en la boca. ¡Vaya! la idea, a pesar de que fuera mía, parecía creíble, me imaginé a mi misma dando vueltas y en vez de parecer una comida apetitosa era como si estuviera en una noria dando vueltas y vueltas sin parar, sí como un hamster en su propia jaula y en su ruedecilla haciendo ejercicio matutino para quemar calorías. Bueno ya basta, se acabó el pensar en comida, calorías, grasas saturadas o en lo que fuera. Ahora mis ayudantes eran señora Fregona y doña Escoba. Para acompañarles estaba señor Cristasol, casado con don Paño, sí es homosexual ¿y qué?, y por último Recogedor que estaba casado con Escoba, ¡qué bonita pareja!.

2 comentarios:

  1. Desvaría un poquitillo la chica, ¿no? xD
    ¡¡Animo, yo también soy como ella en muchos sentidos!!

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  2. No desvaría lo que pasa que quiere darle un toque cómico a su vida =)

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