viernes, 27 de agosto de 2010

Nunca diré un jamás por respuesta.

Somos personas que estamos destinados a las tentaciones, a los sentimientos impuros, a lo que llamaríamos una aventura. Nos adentramos en aventuras y mundos paralelos, nos gusta lo peligroso, pero más nos gusta lo prohibido, mejor dicho nos encanta lo prohibido. Mientras mayor sea la prohibición mayor serán nuestras ganas de hacerlo y por lo tanto la idea de la prohibición será proporcional con las ganas de realizarlo.

Tenemos un corazón tan débil y una mente tan perversa, que nos cuesta trabajo pensar que a veces seamos así. Nos cuesta mucho ver la realidad de que las tentaciones están por y para nosotros y que si caemos en ellas es porque en ese momento nuestra debilidad es mayor que nuestras ganas de decir no.

Las veces que tentamos a la suerte, esas son las veces que más nos damos cuenta de que cometemos un error, un error detrás de otro. Caemos, caemos y volvemos a caer, dicen que a la tercera va la vencida, pero hay momentos en que una tercera vez no nos abre los ojos, y que tenemos que seguir cayendo, tenemos que seguir tropezándonos y tenemos que seguir equivocándonos, porque el verbo equivocar es sinónimo de madurez y valentía. Por ello dicen que la madurez no tiene edad, sino cabeza y mentalidad, o mejor dicho diría.

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