viernes, 10 de septiembre de 2010

Se acabó el tú en tu casa y Dios en la de todos.

Nadie. Nadie deja que sea yo la equivocada, la que aprenda de mis errores, la que crea lo oportuno, la que decida lo que es importante en mi vida, porque es mía. No tengo más opciones, no me dejan otra opción, me pongo de malhumor, cada vez que alguien se mete en mi vida, ¿creo que es lo lógico no?. Procuro no meterme en la vida que no me concierne, procuro no dar consejos que no sirvan para nada, y tampoco los doy a menos que me lo pidan.

Creo que he sido consecuente cuando he elegido algo, pero también he apechugado cuando me ha tocado enfrentarme a lo que yo he elegido, ¿le he pedido ayuda a alguien?. Creo, es más lo afirmo, que no. Que como a mí no me importa la vida de los demás, creo que mi vida por muy familia de quien sea, no debería de importarle tanto mi vida, o como mucho no sobrevalorar demasiado mi vida, y valorar más la de ellos, porque es en la de ellos en la que se tienen que fijar. Porque yo no estaré ahí para ayudarles lo suficiente.

De hecho, cuando una persona sale ilesa de sus estudios, la felicitan una vez, pero cuando no es así ¿cuántas veces le reprochan que ha metido la pata, que ha pasado de todo? Muchas y muchas veces. ¿Por qué no es al contrario?, ¿por qué cuando te quedan asignaturas pendientes en la vida no es cuando más apoyo recibes?.

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