lunes, 11 de octubre de 2010

Sigo abonando mi vida en cuentas bancarias.

Se dice que nadie tiene un precio, pero esa frase sólo acaba cuando enseñan un fajo de billetes y que los puedes palpar y observar con deseo y babas en la boca.

Nadie se vende, sin acarrear consecuencias y sin obtener nada a cambio.

Somos capaces de vender nuestra propia alma para conseguir nuestro objetivo, sueño o felicidad. Pero no sabemos que esa alma es la que va a disfrutar de nuestros placeres más ocultos.

En conclusión, la vida es un fondo de armario que nunca llegaremos a encontrar en nuestro corazón.

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