jueves, 4 de noviembre de 2010

La fe se limita por los latidos de mi corazón y mis entrañas.

Si en la vida estamos hechos de cuerpo y alma.
Si nuestra fe es la de nosotros mismos y nuestras ganas de vivir se aferran a un Dios invisible.
Si encontramos lo que no queremos y echamos en falta lo que nos apetece y nos falta.
Si nos desencantamos a nuestra edad por el transcurso de los años.
Si la vida es vida porque no hay muerte, y la muerte es la ausencia de vida pero es la reencarnación del alma en otro cuerpo.

¿Verdaderamente creemos en una religión que nos verifique al 100% por 100% que existimos para la resurrección de nuestra alma y el desperdicio de nuestro cuerpo?.

¿No despertamos con la sensación de que tenemos a alguien único y sensacional a nuestro lado y que es para nosotros nuestra divinidad y nuestra razón de existencia?.

Ciertamente no necesito la reencarnación, ni la resurrección, ni la vida después de la muerte, porque mi vida es la esencia de lo que para mi es primordial y mi Dios es solamente una persona que tiene nombre al igual que apellidos, los cuales nombraría, pero no hago afán de decirlo ya que si lo hiciera no sería solamente mi providencia, sino que también sería la de los demás, por ello hago supresión de él, de mi eterno y mi eternidad.

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