domingo, 27 de febrero de 2011

Remordimiento en mis pensamientos.

Ocurrió lo que yo ya esperaba desde hace tiempo ... Mis labios emitieron un pequeño respiro ante los suyos y con ello el acercamiento se hizo más estrecho. Pero ...


¡Pero que estoy haciendo!. Aparté mi cabeza, que estaba delante de la suya, antes de que ocurriera lo inevitable, para no estar arrepintiéndome toda una vida.


-¿Qué ocurre? - me preguntó ante el plantón que le dí en medio de una situación vergonzosa pero a la vez romántica.


-Nada, no ocurre nada. Tienes que marcharte - contesté más nerviosa de lo normal.


-¿Así sin más?. Beth no quiero hacerte sentir incómoda. Si quieres que me vaya me iré - me sonrió mientras me cogía de la mano.


No le soportaba. No sabía que hacer. Besar o no besar esa es la cuestión. Parecía aquel indeciso Hamlet, en versión femenina. Insegura. Esa es la palabra. Me sentía confusa. Esta relación no iría a ningún lado. De todos modos "tampoco quiero tener que ver a mi pareja a sol y a sombra" - me recordé a mi misma. Estamos en el mismo trabajo, en la misma oficina y uno a la otra punta del otro, creo que eso es lo más lejos que llegaríamos a estar.


-Sí por favor vete - le indiqué con el dedo índice la puerta sin apenas mirarle a los ojos. No podía echar a una persona a la que le tenía tanto odio pero a la vez tanto ... ¿cariño?. La verdad que soy una inexperta a la hora del romance. Sólo quería ponerle a prueba pero creo que la única que se puso a prueba soy yo. "Estúpida" me repetí una y mil veces en sólo milésimas de segundo.


-De acuerdo si es lo que quieres acato las normas ya que esta casa no me pertenece y por lo que parece no soy tampoco bienvenido - contestó con resignación.


Yo hice caso omiso a sus palabras. Se fue a mi dormitorio, cogió todas sus pertenencias, que no eran muchas, y se dirigió a la puerta, a la misma puerta en la que me encontraba yo con ella abierta y invitándole a salir, por la que salió ileso.


-Hasta mañana. Nos veremos en la oficina - y me prendió un beso en la mejilla, cosa que a mi ni me gustó pero que tampoco me disgustó.


Me quedé perpleja y ello me hizo que no pudiera emitir casi ni un suspiro por mis labios. Vi como se marchaba debido a mi dejadez. Sabía que no iba a decir nada, que era demasiado tímida y que aquello que hizo no me gustó. A su marcha fui cerrando poco a poco la puerta y algún que otro pensamiento mal intencionado por parte de mi pequeño seso ingenioso me hizo pensar que si él me había traído a casa en mi coche ¿cómo se irá él a la suya?.


Sin más dilación fui corriendo a mi habitación cogí algún que otro vaquero de pitillo, una camiseta mal puesta y mis botas militares color beige y rellenas de algodón por dentro. Salí de casa con las llaves del coche en el bolsillo de mi pantalón y casi a la velocidad de la luz fui bajando las escaleras saltando cada dos escalones para llegar antes que él a donde fuera. Salí del portal y un viento que provenía del oeste atizó mi pelo enmarañándolo y impidiéndome ver más allá de mi cabello. Pero yo fui más ingeniosa abriendo un orificio, apartando mi melena con las dos manos. Y así pude ver por donde iba. Estaba casi cruzando la esquina de mi calle y ello me hizo que corriera como si la vida se me fuera en ello.


-¡Dan espera! - grité y todo el mundo me miraba pero me daba igual - ¡Dan! - no escuchaba mis llamadas desesperadas por lo que tuve que aumentar la velocidad a pesar de que nunca he sido buena atleta.


Le alcancé, ya que él iba caminando y yo corriendo tras él. Tal fue la velocidad que no pude pararme para evitar chocarme contra él, pero la humedad que tenían las aceras hizo que me resbalase con tal mala suerte que le dí con las botas en la pierna y ello hizo que se desestabilizara y cayera a la misma altura en la que me encontraba yo: el suelo


-¿Qué haces Beatrice? - preguntó levantándose y tendiéndome la mano para que yo también pudiera incorporarme sin volver a caerme.


-Voy a llevarte a casa. Sería muy egoísta por mi parte que tú me trajeras ayer  a la mía y yo dejarte ir en cualquier autobús o boca de metro - contesté casi con arrepentimiento.


-Como quieras, pero que conste que yo no te obligo - en ese momento no me pareció tan insoportable. Estaba hablando con una persona y no con aquel Dan que era una alimaña - ¿no tienes frío? - me hizo esa pregunta mientras se quitaba el abrigo para dármelo a mi, puesto que iba en mangas cortas y que debido a la velocidad con la que corrí para alcanzarle antes tenía los pelos de punta, la piel de un muerto y los labios congelados haciendo que mis dientes tiritasen provocando un sonido charrasqueante.


-Gracias - conseguí decir antes de que él pusiera su chaqueta en mis helados hombros.



-No hay de qué, vámonos antes de que te tenga que meter en una chimenea para descongelarte.

3 comentarios:

  1. Ooooooh, k monoso!!!!! Si no es tan insoportable, no entiendo pork lo odia u odiaba tanto!!! :) Debes explikar eso mas adelante y detenidamente :) Me encanta como escribes y esto está super interesante. A ver si m paso en mas cosas tuyas de por aki!!! Un besito guapisima!!!

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  2. Llegué a tu blog a través de un evento de tuenti, y la verdad no me arrepiento. Me ha gustado mucho esta entrada, el modo en que describes la relación entre esos dos... no sé es muy realista y por eso me gusta.
    No sé si es un relato corto una historia más grande o una novela, pero sea lo que sea espero poder leer más.
    Un beso :)

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  3. Noooocreo me encatan!!! Son tan tiernos!!' y dan me cae bien, algo plasta pero es un cielo!!!

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